En 2022, desde las revistas Taipei, La tierra quema y La vida útil, se organizó una encuesta de cine argentino que contempló la participación masiva de gente del gremio y que sirvió como antecedente para la encuesta que hicimos en Desmadres. Algunos de los responsables del proyecto nos cuentan cómo fue la experiencia, desde el origen hasta la publicación de los resultados.
En una nota al pie del libro Modernidad y teléfonos blancos. La comedia burguesa en el cine argentino de los años 40, el investigador Alejandro Kelly Hopfenblatt cita una encuesta sobre las mejores películas argentinas realizada por La mirada cautiva, la revista del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken. Así fue como, mientras en Taipei preparábamos una entrevista al autor del libro para nuestro sitio web, llegó a nuestro conocimiento la existencia de las encuestas del Museo. Conseguimos un ejemplar del número en el que se habían publicado los resultados y ahí vimos que no había habido una, sino cuatro encuestas entre 1977 y el 2000, y todos los resultados figuraban en ese número. Pensamos que, en un contexto de interés renovado de las revistas especializadas por el cine local del pasado, sería interesante retomar aquel proyecto en gran medida olvidado. De hecho, algún tiempo después, integrantes de la revista La vida útil nos propusieron realizar esa misma idea que teníamos en mente, lo cual confirmó que había, y hay todavía, una preocupación transversal en las nuevas revistas de crítica de cine por darle un lugar central a la revisión histórica de nuestro cine. Para hacer más operativa la organización de tareas, decidimos convocar a un tercer espacio, la revista La tierra quema —que, desde otro punto de vista, también comparte estas inquietudes—. Teníamos presente, además, que un proyecto de esas características inevitablemente daría lugar a desacuerdos y polémicas.
Podemos decir entonces que, en el origen, hubo al menos tres ideas que motivaron el proyecto. Además de la curiosidad por saber cuáles serían las selecciones personales de cada encuestado, nuestra intención era tomar la antorcha de las generaciones de críticos e investigadores que habían realizado las encuestas previas, pero también sacudir un poco el avispero en relación con los debates sobre cine argentino en las redes sociales y los medios. La existencia de las encuestas antecedentes sumaba una interrogante más: las posibles novedades en los resultados de la nuestra. No solo habían pasado veintidós años, sino que también había mutado la reputación de ciertas películas, celebradas en décadas previas y ahora olvidadas y viceversa. Un factor clave, pero no el único: la irrupción a fines de los noventa del llamado Nuevo Cine Argentino, que a través de una serie de rupturas en los temas, formas y estéticas alteró —esta es, al menos, una hipótesis con la que trabajábamos— la percepción que amplios sectores de la población tenían del cine local. Lo anterior, sumado a diversos cambios implementados a partir de la Ley de Cine de 1994, hizo, por ejemplo, que creciera la cantidad de espacios para estudiar cine, así como de estudiantes, investigadores, festivales y, por supuesto, películas. El resultado de la encuesta, fuera cual fuera, sería una foto de un momento determinado; foto que, si se tomara cada una cierta cantidad de años, permitiría ver con mayor claridad y fluidez cómo estas mutaciones inevitables se expresan en títulos y nombres propios.
Para que los próximos párrafos sean claros, y poder reflexionar sobre los objetivos, alcances y limitaciones del proyecto —algo más interesante que narrar su desarrollo, sobre todo porque gran parte consistió en completar hojas de cálculo y enviar infinidad de invitaciones—, necesitamos ofrecer, rápidamente, algunos datos de rigor. Como señalamos en el editorial del proyecto, “aunque se partió de una lista de unas 500 personas, finalmente se enviaron más de 1000 invitaciones, de las que recibimos 546 respuestas. Fueron convocadxs críticxs, periodistas, investigadorxs, historiadorxs, programadorxs, coleccionistas, directorxs, guionistas, productorxs, actores, actrices, directorxs de fotografía, montajistas y sonidistas, entre otros rubros vinculados a la realización cinematográfica. En todos los casos, se intentó abordar la convocatoria con un criterio federal y diverso (…) A cada participante se le pidió una lista de sus diez películas argentinas preferidas, de cualquier año y duración (es decir, largos, cortos o mediometrajes), con el objetivo de alcanzar las cien mejores. La lista podía estar ordenada por preferencia, pero se aclaró que todas tendrían el mismo valor a la hora del conteo. Se ofreció la opción de acompañar la selección de películas con un texto justificativo. Debido a las coincidencias en cantidades de votos, se conformaron 62 puestos de ranking. Las 103 más mencionadas son las que llegan hasta el puesto 52 (correspondiente a las películas que tuvieron 11 votos)”.
Cada una de las películas votadas masivamente tiene motivos para estar ahí. Arrastran una historia específica, una recepción cultural determinada que las llevó a obtener un alto número de votos. La relativa diversidad de títulos que figura en el top diez —films que van de los años 60 a los 2000; del carácter independiente al mainstream; de la influencia del cine europeo al intento de consolidar una estética latinoamericanista y antiimperialista— permite sospechar que esos recorridos son bien distintos entre sí. Cuáles y cómo son esos recorridos son interrogantes que, como tantas otras, no se responden en la encuesta, que funciona como el resultado de un trabajo colectivo, pero también como el origen, el disparador, de análisis e interrogantes que la trascienden. En el mismo sentido pensamos la particularidad de cada votación: cada respuesta abre un universo de sentido, gustos e intereses que se vinculan con la biografía del votante pero que, fundamentalmente, permite establecer una relación particular e intransferible entre diez films puntuales. La construcción del gusto estético, y su relación con la historia del cine y de la cultura, es otro terreno al que un proyecto de estas características se abre, generoso.
Elegir a quiénes encuestar parecía, al principio, una tarea engorrosa. Había que discutir criterios de inclusión y exclusión, vacunarse contra el virus del amiguismo y aspirar a cierta imparcialidad que lograra una representación lo más fiel posible del campo cultural. Cuando nos dimos cuenta de que las tres revistas juntas reunían un equipo heterodoxo de colaboradores, decidimos confiar en nuestros criterios individuales, y nos propusimos invitar cuarenta personas cada unx. Algunxs cumplieron la tarea, otrxs desbordaron la expectativa y duplicaron o triplicaron la selección de encuestadxs. Así fue como terminamos llegando al incunable número de mil invitaciones. En el camino surgió la posibilidad de incorporar algunas personas de otros campos de la cultura o la intelectualidad, y hasta apareció la idea de invitar políticxs, posibilidad que resultó trunca (solo respondió uno). Lo que empezó siendo, al menos en la cabeza de algunos miembros de Taipei, un divertimento de mediano alcance, creció monstruosamente.
Lo siguiente fue una marea interminable de hojas de cálculo y procesamiento de archivos en Google Drive. Imaginábamos un modo interactivo de leer la encuesta, que diera un salto cualitativo frente a las encuestas del Museo del Cine publicadas en papel y permitiera una navegación fluida por un mar de hipervínculos. Por eso nos decantamos por la confección de una página web específica, donde cada lista llevara a fichas completas sobre cada película, y cada película, a su vez, llevara a los perfiles de lxs votantes que las habían elegido. Cuando todo estuvo hecho, quedaba organizar las condiciones de circulación del sitio. Para eso armamos un área dedicada específicamente a medios y prensa, que obtuvo desde notas en diferentes medios, tanto grandes como medianos, hasta una tapa en Revista Ñ. La presentación del proyecto sucedió en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata: hicimos una cuenta regresiva y habilitamos el sitio para el acceso público en vivo y en directo, mientras en el escenario un panel discutía los resultados. Fueron jornadas entusiastas y agotadoras. La presentación y la prensa fueron acompañadas por dos ciclos que tuvieron como sedes el MALBA, la ENERC y el CCK, uno con películas del top 100 y un “lado B” con películas oscuras, votadas poco y nada, ambos impulsados por Fernando Martín Peña y en los que participamos como presentadorxs. En simultáneo con la recepción masiva y la repercusión en redes sociales, el proyecto suscitó polémicas, tanto por aspectos técnicos o metodológicos de su realización, como por sus mismos resultados: lo cierto es que el cine argentino y la nueva generación de críticxs se volvieron dos temas de discusión por meses.
Resultó muy gratificante ver la repercusión de la encuesta en el tiempo posterior a su publicación: que diera lugar a los ciclos de películas, que se la tomara de referencia a la hora de hablar del lugar de ciertos films, o que motivara otros proyectos similares, como el de Desmadres. Creemos que sirvió para darle visibilidad al valor estético y cultural de nuestro cine en un contexto en el que el Fondo de Fomento estaba en la cuerda floja, y que incrementa su relevancia en la actualidad ante el desguace del INCAA y el desprecio por el cine argentino. La encuesta significó, para nosotrxs, a la vez una celebración del amor por el cine, un registro histórico del modo de entenderlo en una época determinada, y un insumo para repensar de manera crítica la historia y el presente del cine argentino.
encuestadecineargentino.com
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Álvaro Bretal (La Plata, 1987) es docente, crítico de cine y director de Taipei. Estudió Sociología en la Universidad Nacional de La Plata. Trabajó como editor de libros y en revistas como La vida útil, Pulsión, La Cueva de Chauvet, Détour y Caligari. Actualmente es responsable de catálogo en el Festival Internacional de Cine de La Plata Festifreak y dicta talleres sobre historia, teoría y crítica cinematográfica.
Agustín Durruty (Buenos Aires, 1989) es crítico y editor en Taipei. Estudió Artes Audiovisuales con orientación en Guion en la Universidad Nacional de las Artes. En la actualidad, trabaja en su tesis de licenciatura, en la que investiga la transición entre clasicismo y modernidad en el cine argentino de fines de los años cincuenta.
Milagros Porta (Buenos Aires, 2002) es editora, escritora y cursa la licenciatura en Artes de la Escritura (UNA). Colaboró en medios nacionales e internacionales y trabaja como editora en Taipei. Fue seleccionada en dos ocasiones por la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires y recibió una mención grupal en el Premio Itaú Cuento Digital. Es autora del libro de cuentos Aguamala (Hexágono Editoras) e integró las antologías Los amigos difíciles (Editorial Nn) y Tan diversa (Mardulce).